Una sección delgada de un núcleo de hielo extraído de debajo de la capa de hielo de Groenlandia.
Una sección delgada de un núcleo de hielo extraído de debajo de la capa de hielo de Groenlandia. Crédito: Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA/Ludovic Brucker.

Los núcleos de hielo son la mejor fuente de datos climáticos históricos para los científicos. Cada invierno, parte de la nieve que cubre las capas de hielo del Ártico y la Antártida queda atrás y se comprime en una capa de hielo. Al extraer cilindros de hielo de capas de miles de metros de espesor, los científicos pueden analizar el polvo, las cenizas, el polen y las burbujas de gas atmosférico atrapadas en su interior. Los núcleos de hielo más profundos descubiertos tienen una antigüedad estimada de 800.000 años. Las partículas atrapadas en el interior dan pistas a los científicos sobre las erupciones volcánicas, la extensión del desierto y los incendios forestales. La presencia de ciertos iones indica actividad oceánica pasada, niveles de hielo marino e incluso la intensidad del sol. Las burbujas se pueden liberar para revelar la composición de la atmósfera antigua, incluidos los niveles de gases de efecto invernadero.

Otras herramientas para conocer acerca de la atmósfera antigua de la Tierra incluyen los anillos de crecimiento en los árboles, que mantienen un registro aproximado de la temperatura, la humedad y la nubosidad de cada temporada de crecimiento que se remonta a unos 2.000 años. Los corales también forman anillos de crecimiento que brindan información sobre la temperatura y los nutrientes en el océano tropical. Otros indicadores, como los núcleos bentónicos, amplían nuestro conocimiento del clima pasado unos mil millones de años.